“El Curco Rodríguez”: El último “Canillita” elquino que entrega las noticias a viva voz
Cada día a partir de las 08:00 horas lo escuchamos por las calles de Vicuña anunciando los titulares de los matutinos regionales y nacionales. Juan Carlos Robles fue tras él para dialogar sobre este centenario oficio.
“Los Canillitas” son personajes que aparecen a mediados del siglo XIX en los Estados Unidos. Desde esos tiempos son apodados los «newsboys», que traducido al castellano serían algo así como chicos-noticia o «canillitas”, por sus singulares pantalones cortos en su estilo de vestir.
En nuestro país se cree que la historia de estos vendedores de periódicos, empezó con el grito: «¡La República! ¡La República!», a modo de anunciar la venta de este diario creado por el Dr. Manuel Bilbao y Alejandro Bernheim en el año 1867.
En la actualidad estos singulares personajes ya están casi extinguidos del paisaje urbano de las grandes ciudades, exceptuando a la tranquila ciudad de Vicuña, en donde aun existe el “Último Canillita”…. Y el folclorista Juan Carlos Robles fue tras su huella.
En un lugar de la ciudad de Vicuña, específicamente al oriente de la Avenida Sargento Aldea, encontramos a Sergio Roberto Rodríguez, apodado “El Curco Rodríguez”, vendedor de diarios desde su temprana edad. Hombre amable de sonrisa fácil, de profunda fe, a pesar de su vida solitaria, dice que es un hombre feliz y agradecido de la vida y de su “Virgencita del Cerro”, la cual lo acompaña en su diario vivir. “Me levanto a las 5.30 de la madrugada y la saludo (a la virgen) no ve que está justo frente a mi casa”, nos comenta con mucho orgullo, pues es muy creyente.
Después de saludar a su Mamita del Cerro, como él le dice, se prepara el desayuno y les da comida a sus perros. “Son unos quince perros callejeros a los cuales los cuido con cariño y esmero, y soy correspondido con ladridos alegres y colas movedizas al viento”, sostiene.
Prepara su viejo triciclo para salir a vocear las noticias del mundo, sin antes despedirse con un silbido de sus fieles amigos, quienes salen en estampida tras el triciclo ladrando y haciendo tanta algarabía como deseándole buena suerte en su jornada diaria, jornada por la cual gana unos ocho mil pesos en días festivos y unos tres mil en días ordinarios. Pero a pesar de todo dice que es muy feliz y hasta le alcanza para alimentar a sus perros, “ellos no tienen la culpa de llevar esa vida”, medita.
Pedaleando o empujando su viejo triciclo, el “Curco Rodríguez” se va internando en las arterias adormiladas de la provinciana ciudad, poniendo nuevamente en evidencia su profunda fe cristiana ya que en su viejo carromato lleva adornada con flores frescas una imagen del santo Alberto Hurtado. “Es para que me acompañe y me vaya bien, no ve que él es el santo de los pobres”, dice.
Cargado ya ordenadamente su viejo triciclo comienza su recorrido y su grito como un trueno desgarra el aire de la ciudad despierta: El Día, El Mercurio, La Cuarta, La Tercera, Kino, Kino, comienza la entrega de los periódicos a sus clientes habituales y a los parroquianos que lo soliciten.
No necesita libretas para anotar los deudores, los tiene a todos registrados en su mente y es muy difícil que se olvide de alguno. “Es que yo fui ayudante de los detectives, así aprendí a memorizar las caras, voces y vestimenta de mis clientes”, relata.
Sin duda “El Curco Rodríguez” es el último bastión de los Canillitas de Chile, él es un hombre común, poco sabe de letras en su triciclo, el mundo se pasea en silencio, pero él no lo conoce porque no tiene tiempo. “Hay que ganarse el pan”, dijo esa mañana mientras dialogaba con el folclorista.
De su vida pobre, de su fe, de su alegría, de andar gritando al mundo los problemas de otros, su cabello tienes canas y cada una representa una mañana de pedalear su carro, de adorar su santa, de alimentar sus perros y de gritar noticias por estas calles largas vicuñenses.