EL Carbonero
Por: Juan Carlos Robles
Subiendo por el camino serpenteante, de la ruta 41 de Agua Negra, al costado de esta o bien en las faldas de un cerro de la cordillera podemos observar el humo azul de las chimeneas de los hornos carboneros. La mayoría de las veces cuando estamos frente a la parrilla luchando con el carbón para que encienda bien para el asado hacemos comentarios sobre este, que si es malo o bueno, que chisporrotea mucho, que si es de varilla brava o de pino etc. Pero nunca nos hemos puesto a pensar en el personaje que forja este vital producto, El Carbonero…
El Carbonero es un hombre solitario y sufrido de cordillera, de mirada negra y melancólica como la noche, de brazos fuertes y manos callosas de tanto aventar el hacha sobre los la varilla brava y a veces también rayando en lo prohibido sobre el añoso algarrobo.
El carbonero es pariente cercano de la madrugada, cuando el lucero del alba tilita nítido sobre el firmamento, él ya va rumbo a al macizo de los andes a cargar su horno carbonero, que es una cueva natural en alguna barranca, con un hoyo en la parte superior llamada chimenea. El carbonero con paciencia de monje comienza a entramar la leña ya cortada y semi verde hasta formar la pira dentro del horno, después de encenderla procede a tapar la “ boca de horno” con piedras y barro para impedir la entrada del aire enemigo mortal del carbón, ya que al arder lo convertiría en cenizas, el proceso de quemado de la leña es sin llamas algo curioso y difícil de entender; una vez tapado el horno el carbonero mira con esperanza la chimenea que comienza a despedir un humo de color azul.
El Carbonero con su horno cargado y ardiente, lía un arrugado cigarrillo y se acomoda junto a la pequeña fogata donde se ceba olorosos mates que le harán más placentera la negra espera, de varias noches para sacar de las entrañas de la tierra el carbón negro como los tordos, que más tarde se convertirá en lumbres de amor y amistad en las parrillas de los elquinos.
Al cabo de un tiempo El Carbonero observa la chimenea de su horno que comienza a expeler un humo blanquecino señal que “habemus carbón” emulando la famosa señal del Vaticano.
Descargar el horno, ensacar el producto y cargar su tropilla es solo un mero trámite sin antes luchar con el maldito “ sijo” y la polvareda negra que amenaza sus pulmones. Bajando por los senderos, apurando sus mulitas en pos del mercado EL Carbonero va barajando con sus matemáticas rusticas la ganancia de su de su producto, la cual siempre es poca, porque dicen que hay un mito que dice que los carboneros son malditos por haber convertido en carbón el Santo Madero donde murió Jesús.
En El Salvador hay una canción del folcklore que se llama “EL Carbonero” y es considerada como el segundo himno de ese país. Acá lo dejamos escrito para que las futuras generaciones conozcan sobre este noble y sacrificado oficio y cuando estén frente a una parrilla disfrutando de un sabroso asado recuerden con respeto al nochero y solitario Carbonero.