Francisco Urzúa: “Trastorno Olvidado es un aporte para visibilizar y socializar el TEA en la comunidad”
La obra narra la vida diaria de seis niños de la región de Coquimbo, la cual busca generar conciencia sobre la inclusión y desafiar los prejuicios sociales.
El fotógrafo Francisco Urzua nació en Santiago en 1976. Su trabajo se ha centrado en el área documental, explorando a través de la imagen las distintas realidades de grupos minoritarios que han resistido a la modernidad. Su formación técnica fue a través de diversos talleres de fotografía y de cine que le permitieron generar un lenguaje estético y narrativo propio. Su inicio en la fotografía fue tardío, después de trabajar en turismo aventura por 15 años. Comenzó a ejercer el oficio de manera independiente el año 2015.
La trayectoria de Francisco Urzúa incluye una amplia gama de proyectos con enfoque social, se destaca una vez más por su habilidad para revelar la esencia de realidades marginadas, a través de la lente de su cámara. «Trastorno Olvidado» invita a la sociedad a reconsiderar sus percepciones sobre el neurodesarrollo y a avanzar hacia una mayor inclusión.
Este trabajo marcó un hito en la representación de los trastornos del neurodesarrollo a través de la fotografía documental. Según explica Francisco Urzúa, “la obra narra la vida diaria de 5 niños de Coquimbo y uno de La Serena, con la cual buscamos generar conciencia sobre la inclusión y desafiar los prejuicios sociales”.
Es un proyecto que se extendió por cuatro años, en el cual el fotótrafo se dedicó a documentar la cotidianidad de los niños con condiciones como el autismo, sumergiéndose en sus hogares para capturar momentos de sus vidas con una mirada empática y artística. “La idea partió porque tengo una sobrina que tiene TEA, ella ya tiene 20 años, cuando nos enteramos nadie sabía qué le pasaba. Mi hermano dio con el diagnóstico, no sabíamos de qué se trataba, por lo que fue todo un proceso de descubrir, de saber de qué se trataba”.
¿En ese tiempo no se sabía mucho de este tipo de diagnóstico?
“Claro esto fue cuando ella tenía 3, 17 años atrás, por lo que simplemente no se sabía. Fue un mundo nuevo, empezamos a enterar de que era, de como se llevaba, de cómo teníamos que comunicarnos con ella. Y toda esa experiencia fue quedando en la familia. Yo siempre tuve la curiosidad de saber cómo se llevaba este trastorno con otros niños, cómo se comportaban”.
¿Luego de allí qué vino?
“Me invitaron a ser parte de la Corporación Cidart, a quienes les hice una propuesta de registros fotográficos. En esa ocasión no habían objetivos claros, era sólo graficar las vivencias, retratos, imágenes. Eso se trabajó previo a la pandemia, de todo lo que se hizo quedó la mitad. En el 2022 continuamos y seguimos realizando retratos. Esto fue financiado a través de Fondart en la línea de Creación Artística Nacional 2023”.
¿Cómo fue esa experiencia de trabajar con los niños?
“La experiencia fue súper natural, yo tenía claro que estaba invadiendo un espacio, eso no es fácil para nadie. Pero ellos una vez que te aceptan, ya estás dentro de su mundo, entocnes tranquilamente puedes hacer las fotos. Hubo momentos tensos, de que los niños querían agarrar la cámara, que te tiraban cosas, pero eran instantes, siempre hubo buena comunicación, al final nos dabamos la mano, nos saludábamos, hablábamos, hablamos con los padres y todo bien”.
¿Los fuiste conociendo cada vez más?
“Cada vez que fui, me fui interiorizando de sus diagnósticos, ya tenia la información del neurodesarrollo que tenían, me emocionaba, me emocionaba mucho. Eran cosas muy fuertes, que son dificiles de llevar, te pones en los zapatos de los papás. Al principio las familias estaban un poco desconfiadas de lo que iba a hacer, ellos son un poco herméticos, su mundo es muy interior, son cosas difíciles de llevar, ellos se puedes desconpensar en cualquier lado y eso no es entendible por la sociedad. A ellos no les gusta hablar mucho del tema con el mundo exterior, porque son juzgados sin que ellos lo sepan, el que critica no sabe que está pasando esa familia”.
El fotolibro, editado por Miguel Ángel Larrea y diseñado por Aribel González, ofrece una colección de 36 fotografías en blanco y negro, impresas en papel bond ahuesado y encuadernadas en tapa dura de 17×24 centímetros. “Esta selección busca conectar al lector con las historias personales detrás de cada imagen, trascendiendo lo visual para tocar el corazón de la problemática de la exclusión”.
¿Cómo se hizo la selección de los niños y niñas?
“Eso se hizo con la corporación, ellos estaban trabajando con un grupo de niños y ellos fueron incluidos. Con los últimos que entraron se hicieron algunas pruebas de adaptabilidad para llegar a transmitir lo que se buscaba y se logró”.
¿Cómo te aportó a ti este trabajo, de forma personal y como profesional?
“Los trabajos fotográficos toman tiempo y es una apuesta que uno hace, se tiene algún olfato que tendrá un buen puerto, más menos lo que se quiere conseguir y con qué se quiere impactar, es decir, qué quiero lograr y qué quiero contar. Desde allí se comienza a construir, hablé con dos editores y ellos me dijeron que la mejor forma de lograrlo era a través de un fotolibro, llegando a cierto tipo de imagen para poder narrar de buena forma”.
¿Cómo fue la repeción de la comunidad y de las familias?
“Una vez que se presentó el libro hubo una muy buena recepción. Estuvo en un festival en Lima, Perú y también en un encuentro latinoamericano en Santiago. Ha tenido buena recepción está en venta en algunas librerías y la verdad que no lo he movido más porque he estado en otras cosas”.
¿Y tu aporte a esta temática desde tu profesión, cómo la valoras?
“El aporte creo que es el hacerlo visible, al principio queríamos hacer una exposición, pero esas muestras después se desaparecen y la gente se olvida. Por eso quisimos hacer un fotolibro, porque mi idea fue visibilizarlo, por lo mismo lo dejamos en todas las bibliotecas públicas de la región, está en cada rincón de la zona. Si lo quieres ver en Chungungo o en Monte Patria el fotolibro está. Tiene para mostrarse. Es una forma de conocer el trastorno, de hacer una detección temprana, un diagnóstico pronto, pues eso es clave para poder ser tratado. Eso abre una puerta, sensibiliza, pues muestra los niños como son, que diagnóstico tienen y que es lo que necesitan, por ese lado el libro complementa todos los estudios duros, científicos y médicos, es una puerta de sensibilización frente al tema”.
¿Ideas similares como el fotolibro, es decir Mundo Azul, Tu Escuela TEAcompaña, o este mismo proyecto, qué te parecen?
“Cualquier iniciativa, aunque pequeña que sea, es un aporte y ayuda. Aborar el tema, tan solo con conversar con las personas es un aporte, el tema ya se hace visible, que sea abordado por la sociedad, que no sea un tema médico lejano. Lo social es necesario, ellos tienen sensibilidades distintas y debemos aprender a conocerlas, en todos los ámbitos, desde el lenguaje, el diseño, las señaleticas, todo la verdad es un aporte”.
Francisco Urzúa ha sido reconocido y valorado por su enfoque social, siendo publicado en revisas especializadas de fotografía (Caption Magazine, Fotodemic.org) exposiciones en centros culturales (Estación Mapocho, Centro Cultural Las Condes, Palace de Coquimbo) y en Galería Joseph de París. Ganador del Fondo de Cultura 2023 categoría creación artística nacional y seleccionado en encuentros internacionales de fotografía (Hamburg Portfolio Review y Eddide Adams Workshop). Actualmente se encuentra promocionando su fotolibro “Trastorno Olvidado”, proyecto que fue seleccionado en el Encuwntro Latinoamericano de Fotolibro Santiago 2024, desarrollado en el Centro Cultural La Moneda.