Huasos y gauchos desarrollaron su octava Cabalgata a la Difunta Correa en la Ruta Antakari
La travesía que duró más de tres horas, tuvo la presencia del Intendente de Iglesia, Mauro Marinero y los alcaldes Rafael Vera de Vicuña y Pedro Valdivia de Punitaquí.
La Difunta Correa es una figura mítica de Argentina Y Chile por la que algunos argentinos y chilenos sienten devoción. Posee un santuario en la localidad de Vallecito, en la provincia argentina de San Juan, donde miles de creyentes la visitan diciendo agradecerle la promesa cumplida.
Desde hace una década que existe un pequeño santuario en Chile para la Difunta Correa, específicamente en la Ruta Antakari, en nuestra comuna de Vicuña, hasta donde todos los veranos llegan más de 100 huasos chilenos y gauchos argentinos a venerarla, tradición que comenzó la familia de don Felix González.
El evento, en su octava versión, se realizó con la presencia del Alcalde de Vicuña, Rafael Vera, su colega de Punitaqui, Pedro Valdivia, el Intendente de Iglesia, Provincia de San Juan, Argentina, Mauro Marinero y la concejala Marta Castillo.
De esta forma, como ya es una tradición en estas fechas, las calles de Vicuña se llenaron de colorido y folclore binacional con esta nueva versión de la Cabalgata a la Difunta Correa.
Para el Intendente de la Municipalidad de Iglesia, Mauro Marinero, este es un evento de hermandad de pueblos, que lleva ocho años realizándose, lo que demuestra la buena relación que existe entre ambas zonas. “Nosotros venimos hacia acá y al mismo tiempo invitamos a los huasos chilenos a nuestra cabalgata a la Difunta Correa en abril. Esto nos demuestra que nuestra relación, a la espera del Túnel de Agua Negra, no sólo comercial, sino que también cultural y patrimonial”, resaltó la autoridad trasandina.
El itinerario comenzó como es habitual en la media luna Osciel Pinto Arredondo, continuó por calle Chacabuco, para posteriormente llegar a la Plaza de Armas para un homenaje de las autoridades. Luego se comenzó la cabalgata a la Difunta Correa, ubicada en la Ruta Antakari, a 10 kilómetros de Vicuña. En el lugar se realizaron muestras folclóricas chilenas y argentinas, un responso religioso, culminando con un gran asado de camaradería.
El Alcalde de la comuna, Rafael Vera, quien cabalgó las prácticamente tres horas a la Difunta Correa, resaltó la importancia de crear estas actividades de hermandad. “Estamos muy contentos de desarrollar nuevamente, esto refleja que hay dos situaciones que despiertan el interés de la comunidad, el rescatar nuestras tradiciones y el mantener la hermandad con el pueblo argentino, especialmente con San Juan, nuestra misión es seguir con esta tradición y hacerla crecer, este año ya tuvimos la novedad de entregar una mejor atención en el lugar y en esa senda continuaremos los próximos años”, sostuvo el edil Vera.
Uno de los personajes de Iglesia que participa siempre con tu trova en este evento es José Rivero, quien nuevamente estuvo deleitando con su arte en esta actividad binacional. “La verdad que es un honor participar junto a Los Palenques, dejamos invitados a todos a que nos acompañen en esta ceremonia en nuestro país, que sigan la historia de la Difunta Correa, que es algo muy bonito”, sostuvo.
Quien también estuvo participando fue el alcalde de Punitaquí, Pedro Valdivia, autoridad que mantiene una estrecha relación con la vecina Provincia de San Juan, debido a toda una vida trabajando en la cordillera. “Esto representa la forma de vida que he elegido, es un orgullo y gusto de participar, desde que asumí he tratado de participar en actividades de integración, es primera vez que vengo aquí y lo he encontrado espectacular”, enfatizó.
Con respecto a la Difunta Correa existen diversas versiones, pero la más tradicional dice sobre Deolinda Correa (o Dalinda Antonia Correa, según el nombre con el cual aparece mencionada en el relato más antiguo (Chertudi y Newbery, 1978)), fue una mujer cuyo marido, Clemente Bustos, fue reclutado forzosamente hacia 1840, durante las guerras civiles entre unitarios y federales.
A su paso por la aldea de Tama, Provincia de La Rioja, -donde vivía la familia- la soldadesca montonera que viajaba rumbo a San Juan obligó al marido de Deolinda, contra su voluntad, a unirse a las montoneras. Esto hizo que Deolinda, angustiada por su marido y a la vez huyendo de los acosos del comisario del pueblo, decidiera ir tras él.
Deseosa de reunirse con su esposo en San Juan, tomó a su hijo lactante y siguió las huellas de la tropa por los desiertos de la Provincia de San Juan llevando consigo sólo algunas provisiones de pan, charque y dos chifles de agua. Cuando se le terminó el agua de los chifles, Deolinda estrechó a su pequeño hijo junto a su pecho y se cobijó debajo de la sombra de un algarrobo. Allí murió a causa de la sed, el hambre y el agotamiento. Sin embargo, cuando los arrieros riojanos Tomás Nicolás Romero, Rosauro Ávila y Jesús Nicolás Orihuela, pasaron por el lugar al día siguiente y encontraron el cadáver de Deolinda, su hijito seguía vivo amamantándose de sus pechos, de los cuales aún fluía leche.