Séptima Cabalgata a la Difunta Correa unió a huasos y gauchos en la veneración religiosa
En la ocasión se hizo el anuncio sobre mejoras en el entorno, especialmente con el recurso hídrico.
La Difunta Correa es una figura mítica de Argentina Y Chile por la que algunos argentinos y chilenos sienten devoción. Posee un santuario en la localidad de Vallecito, en la provincia argentina de San Juan, donde miles de creyentes la visitan diciendo agradecerle la promesa cumplida.
Desde hace menos de 10 años también existe un pequeño santuario en Chile, específicamente en la Ruta Antakari, hasta donde todos los veranos llegan más de 100 huasos chilenos y gauchos argentinos a venerarla, tradición que comenzó la familia de don Felix González. “Nosotros íbamos todos los años en abril a la celebración en Argentina. En una de esas oportunidades mi familia trajo una imagen, que de sorpresa instalaron en un lugar de Vicuña, muy similar a Vallecito. Ahora se ha trasformado en una tradición, ya llevamos siete cabalgatas y eso nos llena el corazón”, enfatizó Felix González, uno de los coordinadores de la actividad.
Como es habitual, las calles de Vicuña se llenaron de colorido y folclore binacional con esta nueva versión de la Cabalgata a la Difunta Correa. El evento se realizó con la presencia del Alcalde de Vicuña, Rafael Vera, y el representante de la municipalidad de Iglesia, Provincia de San Juan, Argentina, Hugo Paredes, además de los concejales Yerman Rojas y Marta Castillo.
Para el Director de Compras de la Municipalidad de Iglesia, este es un evento de hermandad de pueblos, por lo que desde ya “invitamos a los huasos chilenos a nuestra cabalgata a la Difunta Correa en abril. Es importante el anuncio que ha hecho el alcalde de Vicuña sobre realizar inversiones en este lugar, esto año a año se irá agrandando”, resaltó.
El itinerario comenzó como es habitual en la media luna Osciel Pinto Arredondo, continuó por calle Chacabuco, para posteriormente llegar a la Plaza de Armas para un homenaje de las autoridades. Luego se comenzó la cabalgata a la Difunta Correa, ubicada en la Ruta Antakari, a 10 kilómetros de Vicuña. En el lugar se realizaron muestras folclóricas chilenas y argentinas, culminando con un gran asado de camaradería.
El Alcalde de la comuna, Rafael Vera, quien cabalgó las dos horas a la Difunta Correa, resaltó la importancia de crear estas actividades de hermandad. “Estamos muy contentos de desarrollar nuevamente, esto refleja que hay dos situaciones que despiertan el interés de la comunidad, el rescatar nuestras tradiciones y el mantener la hermandad con el pueblo argentino, especialmente con San Juan, nuestra misión es seguir con esta tradición y hacerla crecer”, sostuvo el edil Vera.
Marcelo Tejada, presidente de Los Palenques de Iglesia, también opinó algo similar sobre esta tradición, agradeciendo toda la hospitalidad y amistad de los chilenos, con quienes pasan muy buenos momentos. “He participado en todas, es una promesa que hicimos, cada año la vemos mejor, pues se han ido integrado muchachos jóvenes, para nosotros que ya peinamos canas es un gran logro”, enfatizó.
Con respecto a la Difunta Correa existen diversas versiones, pero la más tradicional dice sobre Deolinda Correa (o Dalinda Antonia Correa, según el nombre con el cual aparece mencionada en el relato más antiguo (Chertudi y Newbery, 1978)), fue una mujer cuyo marido, Clemente Bustos, fue reclutado forzosamente hacia 1840, durante las guerras civiles entre unitarios y federales.
A su paso por la aldea de Tama, Provincia de La Rioja, -donde vivía la familia- la soldadesca montonera que viajaba rumbo a San Juan obligó al marido de Deolinda, contra su voluntad, a unirse a las montoneras. Esto hizo que Deolinda, angustiada por su marido y a la vez huyendo de los acosos del comisario del pueblo, decidiera ir tras él.
Deseosa de reunirse con su esposo en San Juan, tomó a su hijo lactante y siguió las huellas de la tropa por los desiertos de la Provincia de San Juan llevando consigo sólo algunas provisiones de pan, charque y dos chifles de agua. Cuando se le terminó el agua de los chifles, Deolinda estrechó a su pequeño hijo junto a su pecho y se cobijó debajo de la sombra de un algarrobo. Allí murió a causa de la sed, el hambre y el agotamiento. Sin embargo, cuando los arrieros riojanos Tomás Nicolás Romero, Rosauro Ávila y Jesús Nicolás Orihuela, pasaron por el lugar al día siguiente y encontraron el cadáver de Deolinda, su hijito seguía vivo amamantándose de sus pechos, de los cuales aún fluía leche.